ESCRIBE: SENADOR GUSTAVO TRAVERSO |
En estos días, los medios de comunicación reflejaron una reunión del ex presidente Mauricio Macri con un grupo de intendentes de la provincia de Buenos Aires pertenecientes a su partido. Hasta aquí ninguna novedad, más allá de lo que significa la presencialidad en una actividad política del ex mandatario fuera de la cama.
Pero lo sorprendente y digno de mención es como se ha bautizado ese grupo de intendentes de Juntos por el Cambio: El Grupo Dorrego. Si no fuera profundamente ofensivo, llamaría a risa.
Las elites a lo largo de nuestra historia tuvieron para las figuras históricas identificadas con los intereses populares dos destinos: cuando gobiernan o tienen el predominio del sentido común, su predilecto es el olvido. Y cuando la magnitud de su ejemplo lo impide o son desplazados de los resortes del gobierno, recurren a la difamación y a la confusión sobre sus acciones e ideales. El reemplazo de nuestr@s próceres por animales en los billetes en el gobierno anterior, es una muestra epidérmica del primer sentido de esa interesada política cultural.
Y la peregrina provocación de Macri asegurando que si Juan Domingo Perón viviera hoy se afiliaría a Juntos por el Cambio, es un ejemplo de la segunda.
También lo es apropiarse de la figura máxima del federalismo popular bonaerense para nombrar a un grupo de intendentes de la Provincia de Buenos Aires, representantes cabales de una idea de país porteño-céntrica heredera del unitarismo, exclusivista, antipopular y al servicio de las minorías.
Manuel Dorrego fue, además de un heroico guerrero de la independencia (que al contrario de lo expresado por Mauricio Macri no sufrían ninguna angustia cuando luchaban para independizarnos de su “querido Rey”) un decidido opositor del modelo de organización de la sociedad propuesto por el clan porteñista rivadaviano, llamado “Partido del Orden”.
Como tribuno, representante y figura política se enfrentó al centralismo unitario, al vergonzante inicio del proceso de endeudamiento nacional a través del empréstito Baring, a la sumisión a los intereses de la corona británica, al desprecio a todo lo popular y provinciano, a la limitación al derecho al sufragio y la negación de los derechos a las mayorías; todas políticas que están en el ADN político de la identidad de pertenencia del mal llamado Grupo Dorrego.
En su breve experiencia de gobierno, luego del desastre económico e institucional dejado por Rivadavia, buscó por todos los medios (mientras era boicoteado salvajemente por los unitarios) favorecer a los sectores populares, a los que escuchaba y dignificaba.
Así frente a la carestía y el acaparamiento de productos alimenticios puso precios controlados para la carne y prohibió la formación de monopolios sobre los productos de primera necesidad. También decretó el fin del reclutamiento forzoso que recaía sobre los sectores populares.
Buscó dejar de depender de la banca británica creando un Banco nacional sin los financieros británicos controlando el directorio e intentó una política de desendeudamiento.
Ante la avalancha de mentiras y ofensas, Impuso ley de Libertad de Imprenta, que castigaba con multas y sanciones a las publicaciones que abundaban en calumnias e injurias.
Por todo esto, el llamado por el pueblo “padre de los pobres” era odiado por el círculo porteñista unitario hasta el punto de influir decididamente sobre el General Lavalle para que, luego de dar un golpe militar, lo fusilara cobardemente.
Podemos decir sin ningún temor a equivocarnos que aquellos financistas, acaparadores, agentes de empresas inglesas, terratenientes y comerciantes privilegiados que conspiraron para su asesinato hoy estarían en las filas de Juntos por el Cambio.
Por eso es una afrenta la utilización del nombre de Manuel Dorrego por ese grupo. Otra falsificación más a la que nos tienen acostumbrados y por la que el pueblo bonaerense los ha castigado en las urnas.